Hoy publico fotografías en las que, entre otros, aparece una conocidísima Rejoneadora Albaceteña, Carmen Tercero 'CARMUCHI', amiga de la también conocida torera MARIBEL ATIÉNZAR de hecho, a esta última le vino la afición al toreo de las manos de CARMUCHI, con la que pasaba jornadas montando a caballo, pero esto será para otra ocasión. La verdad es que he encontrado poco por la red de esta valiente rejoneadora, y yo los recuerdos que tengo de ella son muy vagos, pero de los pocos que me quedan, recuerdo como me quedaba mirándola atraído por lo guapa que era, y supongo que seguirá siendo, y yo con unos 15 años, ¡Que te voy a decir!. ¡Por cierto!, no hace mucho tiempo, acompañe a un amigo para ver su caballo, y cuál fue mi sorpresa al ver que el propietario del picadero, no era otro que Manuel Tercero, el padre de Carmen. Claro al verlo no pude remediarlo y decirle que yo a él lo conocía evidentemente, él a mí no, pero le empecé a refrescar la memoria con lo poco que yo recordaba hasta que le di el dato final y le dije, 'Manolo, yo soy el hijo de Mondéjar, ¿recuerdas las fotos que le hacía a tu hija? y en ese momento, exclamo ¡Coño!, claro Mondéjar, mira, pasa por aquí. Y me llevo a una habitación donde tenía, y no exagero, toda una pared llena de fotografías de su hija realizadas por mi padre, y en ese momento el sorprendido fui yo, y más aún cuando Manolo, contaba con pelos y señales donde estaban hechas cada una de las fotos, y los recuerdos que tenia de mi padre, fue bonito a la vez que emocionante. También me enseño algunos sitios del picadero que tiene en la Carretera de Ayora, Km.1, donde aficionados al caballo, alojan en las cuadras sus animales y Manolo, con el saber hacer de años de experiencia cuida con mimo, el mismo mimo que le dio a su hija durante años para que esta fuera una gran rejoneadora de los años 80. Desde estas líneas quiero mandar un cariñoso saludo tanto a Manolo Tercero, como a CARMUCHI, su hija, y como no, a ellos dedico hoy esta publicación.
Al final del reportaje, he incluido un artículo Escrito por TOCATA DE ESTÍO aparecido en el diario EL PAÍS el día 29 de julio de 1984 que buscando por Internet he encontrado y que, a pesar de su extensión y de algunos comentarios que se incluyen, me ha parecido, cuanto menos curioso y por ese motivo quiero compartirlo con vosotros. Espero que os guste.
Josico: Fotos pertenecientes a una novillada picada mixta del 19 de septiembre de 1978 con: Carmuchi, Antonio Perea, Joaquín de Faura y Ángel Cuenca.
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No me podéis negar que está guapísima.
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¡Cuantas horas habrá pasado junto a su padre entrenando en el picadero!
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Suerte complicada la de entrar a matar subida a un caballo.
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Según me comenta mi amigo y colaborador, ya fijo de este blog, PACO BLAZQUEZ,
quien aparece en esta imagen parece ser JOAQUÍN DE FAURA.
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En esta imagen podemos ver a
ÁNGEL CUENCA Novillero nacido en Ayna.
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Después de las imágenes, y como ya he escrito antes de ellas, os dejo con la publicación.
REPORTAJE DE TOCATA DE ESTÍO APARECIDO EN EL DIARIO
EL PAÍS EL DÍA 29 DE JULIO DE 1984
Más sangre para los
turistas
'Carmuchi, la joven rejoneadora, herida ante un
público internacional, que, en traje de baño, se asombraba de que los toreros
no llevasen casco'
En la habitación 116 del hotel Ramis (una
estrella y sin ventiladores) el calor era asfixiante. Ningún turista lo habría
aguantado. Pero a Carmuchi no le quedaba otro remedio. Carmuchi, "la guapa
y valiente rejoneadora" (según el cartel de la corrida), no pensaba ni en
el calor ni en los turistas. Pensaba en los toros de Cajo, que eran una birria.
Y también pensaba en su novio, de oficio escayolista, que se había quedado en
Albacete.El novio siempre se quedaba en Albacete porque el padre de Carmuchi,
ex novillero y apoderado de Carmuchi, quería que Carmuchi sólo pensara en el
toro. Aunque el toro fuera una birria.
"Mi padre no llegó a la fama y quería tener
un hijo torero que llegara a la fama, y, si no, una hija rejoneadora que
llegara a la fama", dijo Carmuchi ajustándose el zahón junto a la maleta
abierta.
Y ahora ya iba Carmuchi hacia esa fama. Se puso
la chaquetilla de terciopelo rojo y sintió que a sus 22 años estaba en plena
forma. Las medallas del Santo Ángel de la Guarda y de la Virgen del Asilo se
besaban en la solapa, mientras, en el retrete, la prima de Carmuchi rezaba de
rodillas con esa intensidad de los 13 años por la que una virgen pide algo a
otra Virgen: "Madre mía del Remedio, que no le pase nada, y que salga todo
bien, y que le paguen las 70.000 pesetas".
Luego, cogidas de la mano, Carmuchi y su
primita pasaron por delante de la habitación 111, donde los de la cuadrilla,
Antonio Mármol y Mariano Viña, blancuzcos y en calzoncillos, se revolvían en
sus camas de una siesta imposible. Esos cuerpos desnudos, sudando y como
sufriendo habrían de embutirse en unos trajes llenos de filigranas de plata y
con algún remiendo.
Carmuchi les vio por la puerta entreabierta y
les dijo: "Voy a la plaza, a poner a punto los caballos". No era
demasiado religiosa, "ni siquiera voy a misa los domingos".
Cruzaron la carretera nacional entre coches de
matrícula extranjera, y sintió cómo la miraban. También sintió un ligero ardor
de estómago: había comido sopa de cocido y filete de cerdo en el bar que hay
frente a la plaza.
A un reportero, con aspecto de Hemingway antes
de la depresión nerviosa y el premio Nobel, le dijo que matar desde el caballo
no le daba miedo: "Estás caliente y le metes el rejón con furia. Pero si
tengo que echarme a tierra porque la cosa va mal, noto el miedo y me lo
aguanto; procuro no oír los gritos ni los pitidos del público".
Un dramático patinazo
El público. No sabía el público de la misa la
mitad. Era un público que llegaba en traje de baño dispuesto a nadar en el
terror de una tarde por 1.000 pesetas sobre el tendido, en sombra. No sabían
que Ángel Peralta le había regalado a Carmuchi un caballo cuando el caballo le
fallaba, de manos, a Ángel Peralta. Y que dos de los cuatro caballos de esta
rejoneadora eran malos. Y que la plaza era mala: el piso malo y pequeño. Pero
era una plaza de toros, alemanes por aquí, y británicos por allá. Un público
capaz de insultar en lenguas incomprensibles. O de aplaudirle como si fuera el
Papa dando vueltas, con las manos en alto, en medio de la multitud."Esta
mano se me quedó colgando de una cornada; me veo la cicatriz", le decía al
periodista del Star, "y no me lo creo porque me colgaba de un hilillo".
Uno de la plaza decía que no le hicieran
charcos, que los caballos podrían patinar. Carmuchi acarició al Séneca, que era
el tordo, y a Romero, que era castaño y el mejor. El sargento de la Guardia
Civil, a quien parecía que el sol le había arreado una bofetada por lo mucho
que sudaba en su rojez, pidió que los auxiliares enseñaran papeles:
"Tenemos una denuncia de que hay dos que no son profesionales. A ver,
carné".
Cargados de moscas verdes, los caballos sólo
enseñaban un sexo extendido hacia la tierra llena de orines y boñigas. Estaban
muy excitados estos caballos. Calor de fiesta. Y el almohadillero gritó:
"¡El que tenga un duro se cuide el culo!", aunque los extranjeros
creían que con el precio pagado en Alemania todo estaba incluido en el ruedo.
El peón veterano reventaba el traje al hinchar
el pecho: "¡Que se desnude el aspirante, joder, que hay uno de más!".
Ya tocaba la música entre el regocijo del
respetable. El vino pasaba en una bota de mano en mano. Había amistad de razas.
Un acomodador dijo: "Ahí, en tendido de sol, no tardarán las tías en
quitarse el sostén. Ya veo humo".
Fue así como salió Carmuchi a recibir a su
primero. Le metió un buen pincho. Luego otro, que desplegó una bandera española
de plástico. Y cuando fue a clavar el tercer rejón patinó el caballo, y la
rejoneadora salió entre las orejas, empujada por el grito atroz del público.
Carmuchi tenía lejos al toro, pero su caballo la pateaba con una especie de
rabia loca.
El teniente bajó a la enfermería, y en la puerta
dijo que no dejaran entrar a nadie: "¡Vaya racha!", decía. Se asomó
el peón Mármol con la mirada muy fría: "¡Ya nos la ha pateado! ¿Qué dice
el médico?".
Poco después salió Carmuchi muy pálida, con su
camisa blanca llena de tierra y una extraña sonrisa. La llevaban de los brazos
dos hombres. "Aquí, me duele mucho aquí detrás", indicaba la nuca,
"un dolor muy raro". Y nada más decir eso, Carmuchi se desvaneció, y
el doctor, nervioso, exigía que la metieran de nuevo en la enfermería. Un aviso
clavado con chinchetas decía: "Respeten el candado".
En la plaza actuaba ahora el rejoneador
González para liquidar al toro de Carmuchi, cosa que hizo finalmente un
auxiliar grueso valiéndose de la puntilla varias veces. Alguna turista se
mareó. "El domingo pasado se nos desmayaron 40; vomitaban y todo",
dijo el empleado Vicente Bielsa. Pero otras parecían derretirse de gustó ante
la estampa del caballista altivo y valeroso, cuyas lanzas de distintos tamaños
hacían brotar sangre del animal. Y estas otras mujeres también rugían como
fieras en celo.
La camilla de la Cruz Roja no entraba en la
enfermería ni por la puerta, que era estrecha, ni por la ventana, que aún lo
era más. La dejaron en tierra y arrastraron a la rejoneadora, con una manta,
hasta el umbral. Ya no llevaba su chaquetilla con el Santo Ángel ni la Virgen
del Asilo. Pero se le oía suspirar: "¡Ay!, Dios mío, ¡ay!", camino de
la ambulancia.
La fiesta, no obstante, recuperaba su emoción
alegre. El rejoneador le puso una flor de hierro al toro, besándolo casi en una
reverencia a galope. Era una flor dolorosa que mereció otros compases de la
banda. Aunque el toro acabara como un colador, perforado por todas partes,
estos jóvenes maestros del toreo a caballo seguían hundiendo su instrumental
inagotable.
Para el público, gritar "¡Olé!"
significaba reclamar más sangre, y el público, con su piedad nórdica y
conocimiento de la carta de los derechos humanos de los animales, gritaba muy
poco "¡Olé!". Gritaban "¡Guau!", "¡Oh!" y
"¡Uy! según sectores y nacionalidades.
Eutanasia involuntaria
El inmunólogo holandés Robert Geursen se sentía
en éxtasis de fervor taurino. "Me encanta, me encanta la fiesta, es
sublime", decía el doctor debajo de su visera europea. Un toro falleció al
sufrir el primer rejoncillo de manos de Correas. Y el torero, atónito en su
elevada silla, gritó: "¡Se me ha muerto! ¡Muerto! ¡Se acabó!".
Si, se había acabado de modo inusual y
edificante, en una especie de eutanasia involuntaria. Y el bicho era empujado
con desprecio hacia el callejón, y sacaba una lengua burlona, y, miraba con su
ojo desorbitado por la sorpresa de su propio fin.
Para el doctor inmunólogo Geursen, la causa de
ese fulminante fallecimiento no era otra que el "daño irreparable en
columna vertebral, zona vital".
Su esposa, como otras esposas importadas para
el estío, bramaba al ver a un tal Higinio Trigueros, todavía imberbe, quien
dejaba que el toro embistiera a su caballo por el culo sin llegar a que la
cornamenta afeitada lo malhiriera.
Unas muchachas lloraban en la grada posterior,
no se podría decir si por el toro o por el torero (o por ambos), ya que Higinio
también sufrió daño en la frente. "¡Cuidado, Higinio, que ese toro es un
hijo de puta.'" Y el hijo de puta alzó la testuz cuando Higinio bajaba el
rejón, y este rejón casi se le llevó el occipital: "¡Coño! ¡Esparadrapo!
¡Un parche, y los puntos que me los pongan en Murcia!", se oyó gritar a
Higinio cuando el sol empezaba a ponerse.
Una joven italiana preguntó por qué no llevan
casco los toreros; eso, ¿por qué no llevan casco como los motoristas?
Y el toro se debatía entre la vida y la muerte,
y llevaba pinchos hasta en el rabo, flores por el culo y los lomos, y agujeros
sangrientos en las mismas patas.
"Esto es una carnicería. ¡Bestias!",
vociferó un hombre de edad a quien el cigarro le temblaba en la mano. Pero
nadie le entendía, nadie iba a escucharle. La apoteosis fue brillante, con dos
rejoneadores, al unísono, para un solo y desconcertado animal. Los caballos
babeaban a chorros por el bocado. Los jinetes sudaban y saludaban. El público
aún esperaba que estos corceles, en su huida rumbosa del toro, colisionaran y
el choque fuera mortal. La tarde acabó con golpes de bombo y trinos de
clarinete, como una tarde de fiesta nacional para admiración del mundo.
¿QUIERES DECIR ALGO?, PINCHA EN EL ENLACE DE ABAJO
Carrete 021
ResponderEliminar014 al 019, Antonio Perea
020 al 025 Joaquín de Faura
026 al 036 Angel Cuenca
Novillada de Doña Amparo Mora, esposa de Apolinar Soriano
Muchas gracias por ampliar la información.
EliminarDa gusto ver como colaborais.
Un abrazo.
Perdón, el comentario anterior no lo firmé, pido disculpas.
ResponderEliminar@JesusAunon
Lo de los toros de cajo te ha sobrado me consta que mi abuelo era muy amigo de tu padre y por eso no te digo lo que pienso . Ya te dire a la cara quien fue tomas Sánchez cajo en Albacete para que antes de publicar las opiniones de un loco como Manolo tercero sepas un poco de toros de Albacete .
ResponderEliminarEra un seguidor del blog pero yo no insulto a nadie
Lo de los toros de cajo te ha sobrado me consta que mi abuelo era muy amigo de tu padre y por eso no te digo lo que pienso . Ya te dire a la cara quien fue tomas Sánchez cajo en Albacete para que antes de publicar las opiniones de un loco como Manolo tercero sepas un poco de toros de Albacete .
ResponderEliminarEra un seguidor del blog pero yo no insulto a nadie
Hola, Juan. Lo primero gracias por participar, aunque lamento que dejes de ser seguidor del blog. Antes me gustaría decirte algo. Te pido disculpas si en algún momento te he ofendido, no es mi intención ofender a nadie, de hecho, creo que en ningún momento insulto a nadie, y menos habiendo sido amigo de mi padre, o a personas que yo no he conocido. Lo que comentas de tu abuelo, se de buena tinta que eran amigos, aparece en un artículo que se publicó en el diario EL PAÍS, del cual yo no soy responsable (Y tampoco Manolo Tercero), (Imagino que te refieres al párrafo donde dice: “Pensaba en los toros de Cajo, que eran una birria”) si te fijas, hay un encabezado que dice lo siguiente:
EliminarREPORTAJE DE TOCATA DE ESTÍO APARECIDO EN EL DIARIO EL PAÍS EL DÍA 29 DE JULIO DE 1984
http://elpais.com/diario/1984/07/29/espana/459900020_850215.html
Por lo que el comentario lo hace el periodista que redacta el artículo.
Simplemente lo incluí en su día porque me pareció curioso el comentario de los extranjeros, como que le pusieran casco a los toreros, pero nada más. El artículo lo puse completo porque no me parece lícito eliminar partes de un texto escrito por un profesional.
Por otro lado, lo de hablar cara a cara, me encantaría, igual que me gustaría saber más de tu abuelo, porque seguro que aparecerán fotos de él, y al igual que hice con Samuel Flores, espero hacerlo de Tomas Sánchez Cajo.
Si quieres enseñarme algo sobre toros, estaré encantado, lo he dicho en este blog montones de veces, yo estoy empezando a aprender ahora, nunca he sido crítico ni conocedor taurino, por lo que me abstengo de hacer juicios de valor sobre un tema que estoy empezando a conocer pero del que todavía estoy verde.
También veo bien que no insultes a nadie, es lo justo, por lo que entiendo que cuando en el comentario llamas loco a Manolo Tercero, no era tu intención y no lo tomare a mal.
Termino ya, no sin antes decirte que estoy a tu entera disposición tanto en el blog como en el correo mondejarfoto@gmail.com y sinceramente, perdón si te ofendí, y cuando quieras hablamos.
Un saludo.
Te agradezco tus palabras
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