Su vida inspiraría cualquier relato de cine negro, letra para Joaquín Sabina, o quizás figurante en aquellos “callejeros” de los años ochenta de Eloy de la Iglesia.
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Compartí con él algunos momentos, ofreciéndome siempre el lado cordial de la moneda de su compleja y llena de aristas personalidad, y escuché en palabras suyas, en noches de madrugadas y puerta cerrada, aquellas historias inverosímiles que circulaban sobre él, corroborando aquella que sucedió en Cieza -cuya afición no disimulaba el odio africano que nos profesaban- en un partido de los locales contra el Albacete Balompié, en la que mi padre como periodista de “La Voz de Albacete” y Esteban Fidéu, de Radio Albacete realizando la cobertura informativa del encuentro “salvaron la vida” gracias a su decidida intervención al ser arrinconados por los aficionados murcianos para agredirles tras ganar 0-1.
Entre las muchas anécdotas que me contó como aficionado del club blanco, y seguidor en sus desplazamientos, hay una que yo ignoraba, y la situaba en los aledaños del campo de “Los Arcos” donde jugaba el Orihuela contra el Albacete Balompié, encontrándose a mi padre que se encaminaba a las puertas del estadio, y dirigiéndose a él le dijo:
- Sr. Parreño, necesito una copa, un puro y una entrada para el fútbol.
- Pepe, la copa y el puro te lo pago yo, y la entrada no te va a hacer falta porque vas a entrar conmigo como corresponsal del periódico.
Se jactaba de haber conocido grandes personajes y de haberles hecho “algún favor” de manera desinteresada. En su cartera llevaba fotografías algo deterioradas, y mostraba orgulloso alguna que sostenía lo que acababa de contar, pero ya pasadas algunas horas desde la primera copa, afloraban sus demonios interiores y era entonces cuando se transfiguraba en el Mr Hyde que apoyaba su sobrenombre de “el canalla”, mostrando esas cicatrices del alma que denotaban su agitada existencia, y haciendo nómina de cuantos se encontraban en deuda con él dejando claro que las cosas no iban a quedar de esa manera.
Despotricaba contra separatistas, violadores y gente que no sabía respetar ese código, siempre al filo de la navaja, que debe conocer cualquiera que transita por los callejones oscuros de la vida.
Descanse en paz Pepe “el canalla”, probablemente, a las puertas del cielo, llevaría en sus bolsillos la única entrada que había sacado en su vida.
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